DESTAPAR UN AFFAIRE










Hacía un día lindo y soleado, cuando Simón,  por casualidad se enteró de que su mujer tenía un "affaire"  con su jefe Petraeus.
Los vio desde el exterior de la cafetería que había en la  Estación Central del Ferrocarril, donde trabajaban.  Estaban como dos tortolitos cogidos de la mano, sonriendo, y muy felices.
Simón, había salido de su trabajo antes de la hora, y había decidió pasar a recoger a su mujer.
Cuando se llevo la sorpresa, de la relación extra matrimonial de su mujer, lo pudo deducir por lo juntorios que estaban, y por las manitas que se hacían.  Simón se sintió destrozado, su pum de honor lo tenía por los suelos.
Algo si, que sospechaba, porque ella llevaba un tiempo que se acicalaba excesivamente para ir a su trabajo. Lo que le hizo  recelar de tal comportamiento, y ahora se confirmaba su sospecha.
 La muy malvada, lo estaba engañando. Furioso, puso camino de su casa, había comprado comida preparada para los dos, pero al llegar no tuvo  tragaderas para comérsela. En vez de comer, empezó a cavilar en como vengarse, tiro de Internet  buscando como poder hacerse con un arma ilegal, al final encontró en el Barrio Chino un tipo que se la vendía a buen precio.

Salió a la calle lleno de ira, fuera de si, y con el pensamiento fijo, se iba diciendo, y pensando en como darle un tiro a su Alejandra; y en recitación se comentaba: si ella me ha roto el corazón, yo se lo voy a agujerear.
¿Cómo le dispararía a la adúltera?, y ingenuamente la veía  de rodillas frente a él rogándole que la dejara vivir, (iba por la calle como si estuviera solo, riendo con cara de corazón partido). Pensando  que todo seria tan fácil como en las películas.
   
Y en cuanto al amante, no tenía pensado en matarlo, pero si que se lo haría saber a su mujer.  ¡Que se fastidie! Sólo de esa manera, creo que  restituire  mí honor.
Dentro del metro y camino del encuentro con el vendedor de armas; en soliloquio se iba diciendo.  Ningún hombre que se precie de serlo debe tolerar tal traición. (A plena luz del día, en una cafetería publica; delante de todos  es para mí persona como hacer una burla que no tiene perdón de Dios)   ¡Estaban exhibiéndose en un lugar público!. Eso no podía quedar impune de ninguna manera. Por momentos, al pensar en los detalles de la venganza, Simón sonreía  luciferina mente.
Sin embargo, una cosa es fantasear, y otra cosa es la realidad. Simón,  nunca había sido un tipo violento, sus amigos lo conocían por su tremenda paciencia, y por su don de gentes. Era un buen comercial.
Nunca había disparado arma alguna. (ni en las ferias).Al llegar a la casa del tipo mafioso,  y ver el  revólver y seis balas,sintió miedo. 
Matar no iba con su naturaleza, y ahí frente a un entusiasmado vendedor que no tenía ganas de perder el tiempo, y que miro con tristeza a Simón, al final le dijo:-Usted no es capaz de disparar un arma.¡ váyase, antes de que sea muy tarde para usted!  déjeme encima de la mesa  50€ en compensación;  por el tiempo  perdido.El tipo duro dio por concluida la trata, y desapareció como por arte de magia.

Disculpándose, salió de aquella habitación oscura que apestaba a orines,  y le pareció que a pesar de todo, ahora  se sentía mejor; una vez en la calle vio que hacía  una soleada y linda tarde.
Simón, se había casado con Alejandra, hacía dos años. Pese a intentarlo, no habían tenido hijos. Buscando alternativas incluso habían hablado de la adopción. El problema era que él. Al pensarlo aun se  mosqueo más al  ver a su Alejandra, con aquel amante; -que por cierto  tenía tres hijas-.
Con estos pensamientos;  se estaba machacando la chacota. De pronto le sonó el móvil. Era Alejandra, la vulgar adúltera, que llamaba desde su móvil. Preguntaba, como suelen hacer las mujeres, ¿que dónde estaba?. Ese mecanismo de control que antes le gustaba ahora le puso el cuerpo peor.
-Qué quieres.
- Qué cuando salgas del trabajo compres una pizza, que llegare tarde.
Al terminar la llamada Simón, estaba temblando de la cólera. ¿ de donde lo  estaba llamado? ¿desde  un hotel?.Por su cabeza nuevamente se cruzaron los pensamientos de un homicida.
Algo tenía que hacer, tal ofensa no podía quedar sin ser vengada. De alguna manera la haría arrepentirse. Salio y se metió en un bar a echarse un par de tragos.
En el bar era de alterne con poca luz había dos mesas ocupadas. Una con dos hombres que estaban con  dos zurcías, y en la otra  un hombre de mediana edad con melena blanca.
 ¿A cuántas mujeres el amante de su mujer habrá engañado? Pidió un whisky. Después del segundo un gin con tónica, fue a pedir otro a la barra y el hombre de la de melena blanca le dio conversación. ¿Sentimientos de amor rotos?, le dijo sonriendo. ¿ se nota amigo?, le preguntó Simón, sonriendo.
-Supongo que se me nota en los cuernos -respondió riéndose Simón.
-La vida, mi estimado señor, se encarga de poner las cosas en su lugar.

-O la muerte.¡o nada!
-¡No me diga que quiere cargarse a su mujer!
Así fueron conversando los nuevos amigos, riéndose por momentos a carcajadas. Al señor de la melena blanca también le habían puesto los cuernos, pero el amante de su mujer le pasaba una pensión.
Después de varias horas de charla, y alcohol, los amigos se despidieron. Simón, no quería regresar a casa y fue a otro bar, de donde salió de madrugada. Al llegar puso el vídeo de su boda y se tendió en el sofá de la sala quedándose dormido.
Al día siguiente, con la resaca de la noche anterior, todo parecía haber sido un sueño. A duras penas tomó una ducha y se fue a trabajar. Evitó encontrarse con Alejandra, ya en la oficina, recordó la escena de su mujer cogida de la mano de su jefe, y se volvió a amargar.
 Sin embargo, al recordarse de todo lo que había pensado para vengarse, se echó a reír. Él, que nunca había disparado un arma en su vida, pensando en matar a alguien.
Salió al mediodía para ver si encontraba de nuevo a su mujer y al amante en el mismo lugar, pero no los encontró. En el camino de regreso a la oficina los vio en el coche del amante.
Los siguió. Se metieron en un edificio de apartamentos. Simón, se bajó de su coche y se acercó a una distancia prudencial. Sacó el móvil y les hizo unas fotografías justo en el momento que entraban a los apartamentos Linda Vista, una  de las fotografías coincidió mientras se besaban.  
Llamo a su abogado y quedaron en verse;  para asesorarse y pedir el divorcio. Su mujer marcó veinte veces su número, pero Simón, no contestó. Al salir del despacho del abogado, hacía una linda noche.
Atrás quedaban las frases bonitas. ¡Te juro que voy a ganarme tú amor! aquellos largos días de verano que había lugar para soñar y vagar, también para poder mirar las nubes y hacer pompas de jabón. 
Hoy Simón puede decir que gracias a Dios.   no compro el revolver, y gracias también al señor de melena blanca, todo paso sin perjuicios.
Pasado el tiempo ve con  placer, y se dice así mismo, que muchas  veces se llora mejor de alegría, que de rabia.  ¡Tal vez!  sino hubiera tropezado con el señor de la melena blanca,hoy estaría entre rejas.
 casimiromario.blogspot.com.es

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